domingo, 6 de mayo de 2007

Ruinas de Los Cardones y Quilmes



Tocamos la puerta de la casa de David después de un rosario de indicaciones que nos fueron dando. El guía que nos recomendaron para recorrer las Ruinas de Quilmes ya había salido así que estábamos buscando a otro que nos sacara a pasear.

David es belga, habla con acento francés y tiene porte que mezcla rasgos de un soldado de la Legión Extranjera, un marine y un acróbata del Cirque du Soleil. En la puerta estaba estacionada la Nissan 4X4 que, luego de arreglar precios y lugares, nos llevaría a realizar tres excursiones fascinantes.


Luego de comer una inolvidable cazuela de cabrito en el bar La Iguana, arrancamos Darío, Kim -la australiana-, Markus y yo para El remate.








Luego enfilamos para las ruinas de los Cardones. Realmente un lugar alucinante. Llegamos con la Nissan y David nos indicó el lugar en el que nos iba a esperar. Eso evidenciaba que él no vendría con nosotros.

Y por mucho espíritu de aventurero autosuficiente que uno tenga, no contar con el vaqueano a todo "ser urbanis" le resulta un incordio. Pero había que cumplir con la travesía. Así fue que ascendimos por un cerro hasta la cima para ver los vestigios de los antiguos indígenas. Morteros, pircas y lo que quedaban de las casas donde vivían fueron algunas de las tantas cosas de las que disfrutábamos mientras el cielo estaba celestísimo y el sol sin una nube en el medio pegaba fuerte.

La sensación de estar alejado de todo, de estar en un lugar que sirvió de asentamiento a otras culturas y de estar rodeado de quebradas y una vegetación increíble nos generaba alegría y energías únicas.

También estuvimos en el especial Dique Los Zazos y por las Ruinas de Quilmes. "Más comerciales y reconstruidas", según David, amante de las de los Cardones, por ser menos populares, más agrestes y con más lindo paisaje. Mucho no se equivocó al insistirnos para que fuéramos.

De vuelta, el belga nos invitó a conocer la casa que se estaba construyendo a la vera del camino. Pero esa es otra historia. Porque Davida en sí mismo era un ramillete de historias. Esos tipos que andan de un lado para el otro del mundo sin apuro y sin fecha de salida.

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