Durante la excursión que rodea las vías del Tren a las nubes pasamos por un pueblito llamado Santa Rosa de Tastil. Allí hicimos algo más que una "parada técnica" en la que se pudieron usar los sanitarios, comprar algunos dulces regionales y admirar algunas artesanías que vendían los pobladores del lugar.
Concluídos estos menesteres no dirigimos al museo del lugar en el que se albergaban los restos de una civilización que vivió allí entre los años 1300 y 1400 y que desapareció sin dejar rastros.
Luego de ver a la momia, que reposaba plácidamente con su sueño pesado, nos dispusimos a subir el cerro en el que estaban las ruinas.
Desde allí, decían, los indios divisaban todos los alrededores y controloban que no los invadiera alguna otra tribu beligerante de la zona.
Ya en la cima se pudieron ver los núcleos habitacionales como viviendas , enterratorios, recintos diversos y calles, en medio de una topografía con muchos accidentes.
A los investigadores que desde principio de siglo vienen estudiando estas ruinas les causó extrañeza varias cosas. Una de ellas es que aún hoy se puede encontrar gran cantidad de material que perteneció a esa civilización, a pesar de tantos años transcurridos. Se hallaron restos de cerámica, puntas de proyectil y obsidiana (material con las que se hacían las mismas), etc.
Las investigaciones concluyeron que, los habitantes de Tastil fueron excelentes teleros, criaban camélidos, fabricaban objetos de piedra y de cerámica rústica. Comerciaban con los pueblos andinos y cultivaban a los pies de las montañas.
También se encontraron petroglifos. Se los puede ver en varios lugares del cerro. Son piedras de considerable tamaño cubiertas de figuras geométricas, antropo y zoomorfas grabadas sobre las mimas. ("petro": piedra; "glifo": grabado).
Algunos mensajes aún hoy no han sido descifrados, como las recetas de algunos médicos.
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